¿Formamos niños exitosos o tiranos?

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Ante la mirada atónita de Alonso, el juez anuncia la sentencia definitiva:

-“El inculpado cumplirá una pena carcelaria de mes y medio. Además, se establece una prohibición de año y medio para acercarse o comunicarse con el menor.”

Alonso no puede creer lo que escucha. Eduardo, su propio hijo de 14 años, ganó la demanda que interpuso en su contra por haberlo abofeteado.

Pero eso no es todo. También hay un castigo para Rosenda, la hermana de Alonso. El juez dictamina:

-“Por su parte, la tía del menor deberá pagar una multa de 60 euros por haberle dado un golpe con la mano en la cara y haberlo tomado del brazo con fuerza, hasta el punto de clavarle las uñas.”

Lorena, la madre de Eduardo, mira desafiante a su esposo y a su cuñada, mientras abraza con fuerza a su hijo. Finalmente, ganó la batalla y queda como una madre protectora y combativa.

Todo comenzó un mes atrás…

Después de realizar unas compras en el centro comercial, Eduardo se niega a devolver la tarjeta sim que le prestó su primo Jorge para hacer unas llamadas.

Ante la insistencia de Jorge, Eduardo le dice que aún necesita revisar su correo y responder unos mensajes de whatsapp.

Jorge contesta que mejor lo haga cuando llegue a casa, porque ya se tienen que ir y necesita que le devuelva su tarjeta.

Entonces, Eduardo comienza a gritarle que es un egoísta, un miserable que no es capaz de prestarle unos cuantos megas de internet, que es un muerto de hambre…

Impresionada por la agresividad de su sobrino, Rosenda interviene, exigiéndole a Eduardo que le regrese la tarjeta a Jorge y que se disculpe.

Eduardo se pone aún más furioso y también le contesta a su tía a gritos:

-“¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer, vieja ridícula!”

Rosenda toma del brazo a Eduardo, y en el forcejeo para evitar que se ponga más violento, le clava las uñas sin querer.

Eduardo logra liberarse y sale corriendo. Rosenda queda impactada por la escena que acaban de hacer en pleno centro comercial y llama a su hermano Alonso por celular.

Al llegar a su casa, Eduardo es recibido por Alonso, quien sin decir una sola palabra le suelta una bofetada en la mejilla derecha.

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Algo que trae como consecuencia que Eduardo corra a quejarse con su mamá. Y es Lorena quien lo acompaña a levantar la demanda en contra de Alonso y Rosenda.

El juez falló a favor de Eduardo por considerar que, cito textualmente, “la insubordinación del menor se corrigió de una manera excesiva, tanto por parte del padre como de la tía, y se considera un castigo desproporcionado.”

El abogado de Alonso y Rosenda apelan la decisión del juez alegando que Eduardo padece el “síndrome del emperador o del niño tirano”.

Empezamos este periodismo de vida recordando un caso real que sucedió en España en el año 2015.

Y aquí entra un tema que siempre divide en dos bandos las opiniones: ¿Cómo y qué tanto debemos disciplinar a los hijos?

Para empezar, definamos lo que es un niño tirano o con síndrome de emperador:

El niño con este perfil inicia a muy corta edad. No se trata solamente de niños caprichosos, ni con déficit de atención e hiperactividad, como a veces se confunden.

Estamos hablando de niños que desde muy pequeñitos disfrutan retorcer las muñecas de sus papás, jalarles el cabello, morderlos, lo que sea con tal de conseguir lo que desean.

¿Cómo piensan? “Primero yo y después yo”.

Estos niños piensan que todo el mundo gira a su alrededor. Y cuidado, porque a veces los mismos papás se encargan de hacerles creer esto con el afán de, según ellos, formar hombres y mujeres exitosos.

Lo que no les enseñan es que también deben respetar a las demás personas y considerar que no sólo sus necesidades cuentan. Son niños que no muestran empatía por nadie y no les importa ponerse histéricos y gritar a todo pulmón en medio de un centro comercial para conseguir sus objetivos.

La conducta del niño tirano se hace cada vez más patológica conforme va creciendo. Son actitudes que suelen pasar desapercibidas, pero que dicen mucho de lo que serán en un futuro. Por ejemplo:

A los 6 años tira la torta que le prepara la mamá porque la quería de carne y se la preparó de jamón. A los 12 años comienza a gritarle a sus papás porque no le parece que lo quieran vigilar ni le exijan que haga la tarea. Y a los 18 se atreve a golpear a su mamá por algo que le molestó.

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No se trata del típico adolescente que azota la puerta al enojarse, pues este comportamiento es incluso normal y suele funcionar para descargar el coraje acumulado. El niño tirano disfruta insultando, siendo déspota y amenazante, sobre todo contra la mamá.

¿Cómo podemos evitar formar un hijo tirano?

Educando a los hijos en la empatía, en ponerse en el lugar del otro, en saber perdonar y tener conciencia de que el éxito no se basa en pasar por encima de los demás ni en juzgar a los otros como inferiores.

Muchos de los niños tiranos son hijos de mamás que están solas o que aún casadas el marido es una figura invisible en la educación de los hijos. A veces crecen viendo cómo el papá menosprecia y maltrata a la mamá. O viendo ejemplos misóginos, machistas en su entorno, en los amigos y familiares cercanos.

Otras veces, en el afán de querer que los hijos sean competitivos, los papás los educan en el despotismo y eso se revierte también contra los mismos papás en algún momento.

Los expertos dicen que estamos en una sociedad que defiende a los niños como lo más importante y no los preparan en una cultura del esfuerzo físico, que no son capaces de socializar fuera de un celular o una tablet, que no tienen límites ni saben enfrentar las frustraciones de un “no”.

Y precisamente con estos antecedentes, con el caso de Eduardo y con los muchos niños que conocemos, porque siempre hay un niño tirano que conocemos de primera mano, hoy te pregunto:

¿En el afán de querer formar hombres y mujeres exitosas, nos equivocamos en la forma de educar y sólo creamos niños tiranos? ¿Eres de la generación del cinturón, de la chancla y la cacheta a tiempo?

Escríbeme a las redes sociales de QTF y comparte tu opinión o los casos de niños así que conozcas.

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